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Job, el libro mas antiguo

El libro de Job es uno de los libros Sapienciales, que figura en el Tanaj hebreo y la Biblia, fue escrito alrededor del año 1500 aC por Moisés, lo cual lo convierte en el libro más antiguo que se conoce.

Moisés escribió la historia de Job durante su huida del Bajo Egipto.

El apéndice que añade la traducción de los LXX afirma que Job vive en Uz, entre los confines de Idumea y Arabia.

Ya desde la más remota Antigüedad los pensadores se han enredado en el espinoso problema del hombre bueno que sufre y del malo feliz. Incluso Platón lo estudió en la republica, con la exposición del justo crucificado.

Dios le pregunta a Satanás si ha reparado en su siervo Job, a lo que éste le contesta que sí, y que si es fiel es porque ha sido bendecido por él. Como respuesta Dios le permite hacer con Job lo que quiera para demostrar su fe. Satanás mata a sus ovejas, a sus siervos y a sus hijos, y le envía llagas dolorosas, pero la fe de Job sigue inquebrantable, su mujer, que dirá: “maldice a Dios y muérete”

Job responde a su mujer y a sus amigos diciendo que “Dios acaba con inocentes y culpables (…) deja la tierra en poder de los malvados y venda los ojos a sus gobernantes”,​ Job mantiene la fe incluso en los momentos más penosos y en las circunstancias más injustas, porque eso es lo que Dios espera de nosotros, pero acusa a Dios de no responder a su grito de auxilio y de enriquecer a los malvados. Job pide a Dios que le revele su falta.

Dios Responde

“Cuanto hay bajo el cielo es mío”.

¿Quién es este que empaña mi providencia con insensatos discursos?

¿Dónde estabas al fundar yo la tierra?

(Sabes) que guardo yo para los tiempos de la angustia, para el día de la guerra y de la batalla?

¿Has enseñado tú a los cielos su ley y determinado su influjo a la tierra?

Job 38 1,34

“El libro de la Sabiduría conocía quizás la hipótesis teórica de Platón, que en su obra sobre el Estado intenta imaginarse cuál hubiera sido el destino del justo perfecto en este mundo, llegando a la conclusión de que habría sido crucificado (cf. Politeia II, 361e-362a).”

«Oprimamos al justo desvalido, no perdonemos a la viuda, ni respetemos las canas del anciano de muchos días.
Sea nuestra fuerza la única ley de justicia; pues lo flaco, según se ve, de nada sirve.
Armemos, pues, lazos al justo, visto que no es de provecho para nosotros, y que es contrario a nuestras obras, y nos echa en cara los pecados contra la ley, y nos desacredita divulgando nuestra depravada conducta.
Protesta tener la ciencia de Dios, y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Se ha hecho el censor de nuestros pensamientos.
No podemos sufrir ni aun su vista; porque no se asemeja su vida a la de los otros, y sigue una conducta muy diferente.
Nos mira como a gente frívola y ridícula, se abstiene de nuestros usos como de inmundicias, prefiere lo que esperan los justos en la muerte; y se gloría de tener a Dios por padre.
Veamos ahora si sus palabras son verdaderas; experimentemos lo que le acontecerá, y veremos cuál será su paradero.
Que si es verdaderamente hijo de Dios, Dios lo tomará a su cargo, y lo librará de las manos de sus adversarios.
Examinémoslo a fuerza de afrentas y de tormentos, para conocer su resignación y probar su paciencia.
Condenémosle a la más infame muerte; pues según sus palabras será él atendido. Sabiduria  2:10,20
En el pasaje 362a de «La República» de Platón, Sócrates está discutiendo sobre la naturaleza del justo y el injusto. En ese fragmento, menciona que la justicia absoluta podría llevar a que el justo sea perseguido y empalado, o crucificado,  mientras que el injusto pueda vivir una vida cómoda y sin castigo. Esto plantea una paradoja y es parte de la reflexión de Platón sobre la naturaleza de la justicia y si vale la pena ser justo incluso cuando uno no es recompensado por ello en la vida terrenal.

Platón argumenta que ser justo es intrínsecamente valioso, independientemente de las recompensas o castigos externos que uno pueda recibir en la vida terrenal. Para Platón, la justicia está intrínsecamente ligada a la armonía del alma y a la realización del bien supremo.

Sin embargo, reconoce que en el mundo real, el justo puede enfrentar desafíos y dificultades, mientras que el injusto puede disfrutar de beneficios temporales. A pesar de esto, Platón sugiere que la justicia es fundamental para alcanzar la verdadera felicidad y la realización moral.

El diálogo entre Jesús y Pilato sobre la Verdad (Jn 18,37-38). La pregunta de Pilato “¿qué es la verdad?”

“Es la cuestión que se plantea también en la doctrina moderna del Estado: ¿Puede asumir la política la verdad como categoría para su estructura? ¿O debe dejar la verdad, como dimensión inaccesible, a la subjetividad y tratar más bien de lograr establecer la paz y la justicia con los instrumentos disponibles en el ámbito del poder?”

¿No debe haber quizás criterios comunes que garanticen verdaderamente a justicia para todos, criterios fuera del alcance de las opiniones cambiantes y de las concentraciones de poder?”… “la pregunta del pragmático (Pilato), hecha superficialmente, es una cuestión muy seria, en la cual se juega efectivamente el destino de la humanidad. Entonces, ¿qué es la verdad? ¿La podemos reconocer?”.

El hombre debe hacer el bien y evitar el mal, pero para ello necesita poder distinguir el bien del mal, lo que realiza gracias a su razón iluminada por la fe. Por eso se necesita criterio y hacer un Juicio, el que no Juzga, no puede discernir el bien del mal. En el Evangelio tenemos la fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, y es que es la fidelidad a la verdad la que es garantía de la libertad y del desarrollo humano integral, porque el poder de decidir sobre lo que está bien y lo que está mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios.

Si existiese un justo perfecto en este mundo, socrates llega a la conclusión de que habría sido crucificado (cf. Politeia II 361e-362a).

Dirán que si realmente lo es, el justo será azotado, lo estirarán en el potro, lo tendrán atado, le harán quemaduras en ambos ojos y al final, tras sufrir toda clase de dolores, será crucificado y descubrirá que no hay que ser justo, sino querer dar la impresión de que lo eres.

«Sócrates: – «Entonces no habrías asistido sin duda a las elecciones populares, ni a los juicios, ni en las milicias, ni en otros muchos lugares en los que los hombres se ven obligados a mostrar su justicia, y, al igual que en estos lugares, no habrías estado dispuesto a sufrir las posibles consecuencias de que otros sean justos o injustos contigo. Habrías pensado que era una cuestión de vida o muerte, más allá de lo que parece. Así que el hombre que es verdaderamente justo y está dispuesto a no ser injusto, aunque tenga la reputación de serlo, es que se comporta de esta manera por la prudencia o el miedo al castigo, aunque también podrían decir que su castigo será el máximo en las manos de los dioses. Pero si alguien les dijera que es lo mismo ser justo que parecerlo, y que lo mismo que no hay necesidad de ser realmente sano, sino de parecerlo, no os sorprenderíais, ¿verdad? Y no estaríais de acuerdo en que, en la prudencia humana, lo que se busca no es el verdadero sino el aparente bien; el verdadero es difícil y áspero, y sólo se puede lograr con la filosofía; el aparente, fácil y accesible a todos; pero hay que seguir la opinión de los demás, lo cual, siendo indolente y cobarde, se prefiere a la verdad». – «En efecto», dijo Glauco. – «Y así, debido a estas y a otras razones semejantes, los buenos llegan a estar completamente de acuerdo en que, aunque parezcan ser injustos, no es absolutamente necesario serlo, sino parecerlo, pues el que parece ser injusto, pero no lo es, lleva una vida más agradable que el que lo es, mientras que el que parece justo, pero no lo es, lleva una vida más agradable que el que lo es; y el que parece serlo, pero no lo es, lleva una vida más agradable que el que parece serlo, pero no lo es». – «Pero aquí hay una cuestión», dijo yo, «y la voy a plantear: ¿No se da el caso de que los que tienen esta opinión y, además, viven de acuerdo con ella, son, en su mayoría, los menos competentes para hacer daño a un Estado?». – «Sin duda», dijo Glauco. – «Así que, si partimos de la idea de que la injusticia es más rentable que la justicia, nos enfrentamos a algo inusual en el caso de que sean los menos capaces de cometerla los que la consideren más rentable». – «Parece», dijo Glauco, «que aquí hay algo razonable». – «Bueno, veamos, en consecuencia, si lo siguiente también lo es», dije yo. «Porque, si lo siguiente es razonable, lo siguiente también lo será: no sería nada extraño que lo mejor fuera más fuerte que lo peor». – «Claro», dijo. – «Entonces, Glauco, estáis de acuerdo conmigo en que lo mejor es más fuerte que lo peor, ¿no?». – «Sí». – «Entonces, lo mejor de todo es también el más justo». – «De acuerdo». – «Así que el más justo será también el más fuerte». – «Por necesidad». – «Así que, mientras los que están dispuestos a ser injustos y a parecerlo son más débiles, el más justo es también el más fuerte, ¿verdad?». – «Así parece».

Por #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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